domingo, 28 de junio de 2009

Buenos Aires y su santo

La elección:

Cuenta la leyenda que el día era lluvioso y la humedad calaba los huesos en un rancho que hacia de cabildo de la reciente re-fundada Buenos Aires, era el 20 de Octubre de 1580 y como era de costumbre en las ciudades hispanas se tenia que elegir un santo patrono.

El método era simple para un pueblo sin gran importancia, se introducía en una bolsa de terciopelo negro los nombres de los santos y por sorteo se lo seleccionaba.

El primer nombre que salio fue “San Martin de Tours”, santo muy popular en la enemiga Francia el siglo XVI. Todos tuvieron de acuerdo de realizar nuevamente el sorteo, volvieron el papelito a la bolsa. El segundo intento: “San Martin de Tours”, el azar jugaba en contra de los orgullosos ibéricos. Nuevo intento, y para sorpresa de los presente, otra vez “San Martin de Tours”. Esta vez creyeron que la voluntad divina quiso que este santo fuera el patrono de la ranchería llamada Nuestra Señora del Buen Ayre.


El santo:

Martín de Tours, nacido en Sabaria (Hungría) en 316 y falleció en Candes (Francia) en 397.

De joven se traslado al Pavia, verdadera capital de la cristiandad del Bajo Imperio Romano en esa época, en donde comenzó una carrera militar en la guardia imperial. Ingresó con 15 años en la guardia imperial romana, en la que sirvió hasta el año 356, primero en Italia y luego en la Galia.

La leyenda más famosa en torno a su vida sucedería en el invierno de 337, cuando estando Martín en Amiens (hoy Francia) encuentra a un mendigo tiritando de frío, a quien da la mitad de su capa, pues la otra mitad pertenece al ejército romano en que sirve. Esa noche Cristo se le aparece vestido con la media capa para agradecerle su gesto. Entonces Martín decide entonces dejar el ejército romano y convertirse. Deja la vida militar, se bautiza y se une a los discípulos de San Hilario de Poitiers en la ciudad de Poitiers.

En el año 370 es nombrado Obispo de Tours. Su vida pastoral se caracterizó por la evangelización y la lucha contra las costumbres paganas. También como obispo participo de uno de los cismas de la iglesia prehistórica: el Priscilianismo.

Murió en Candes en el año 397. Su vida fue escrita en el momento por Sulpicio Severo y fue canonizado a los pocos años de su muerte.

Es considerado patrono de los soldados, tejedores y fabricantes textiles. Patrono de Francia, de Hungría y de las ciudades como Groninga, Colonia Tovar, Las Fraguas, Quillota y Orense. Tiene más de 4.000 templos a lo largo del mundo

Su festividad se celebra el 11 de noviembre, coincidiendo con la matanza del cerdo en muchas regiones de España, de ahí el origen de la expresión "a cada cerdo le llega su San Martín".



El Santo, la colonia y el Virreynato:

Buenos Aires fue por mucho tiempo un pueblo de pequeñas dimensiones, en donde el lujo era solo para unos pocos, el comercio solo rondaba entre el tráfico de esclavos para Potosí y unas pocas mercaderías. No había mucha diversión, la vida era bastante monótona y aburrida.

Como es costumbre en cualquier pueblo de origen español, el día festivo por excelencia es la fiesta de su patrono, en Buenos Aires no era la excepción.

Todos los 11 de noviembre se celebraba con juegos de pato (se dice que el origen de este juego nació en estas fiestas hacia el 1670), juegos de cañas, baile, fuegos artificiales y saraos. Estas fiesta se hicieron siempre frente a la Catedral, en la Plaza Mayor (hoy plaza de Mayo) y se hicieron hasta mediados del siglo XIX, perdiéndose en mero recordatorio eclesiástico.

Juan de Garay proyecto en 1583 el Hospital San Martin:



Y por lo tanto esa calle se llamo “San Martin” en el siglo XVII, ahora esta calle no ha cambiado de nombre desde esa época, es la misma que parte de Plaza de Mayo y termina en Retiro hoy en día. Es decir que esta calle del centro porteño no es por el padre de la patria Jose de San Martin, sino por el patrono de la ciudad.

En la catedral se monto una capilla con una imagen del patrono, la cual se usaba para los festejos patronales. La misma esta a la izquierda del templo, pero nunca tuvo iglesia propia en Buenos Aires hasta finales del siglo XIX.



El Santo y su expulsión:

Sucedió durante la gobernación de Rosas, y el documento decía esto:

"¡Viva la Santa Confederación Argentina, mueran los salvajes unitarios!

"Buenos Aires, 31 de julio de 1839, año 30 de la Liber­tad, 24 de la Independencia y 15 de la Confederación.

"El gobierno, considerando que esta ciudad fue puesta desde su fundación bajo la protección de un francés, San Martín, natural de Tours, quien no ha sabido hasta la fecha librar a esta ciudad de las fiebres periódicas, escarlatinas, ni de las secas y epidemias continuas que en diferentes épocas han arruinado nuestra campaña, nuestras cosechas y nuestros ganados, ni de las extraordinarias crecientes de nuestro río que destruyen casi anualmente una cantidad de obras y monumentos de la ciudad que se encuentran sobre la costa.

"En fin, que la viruela acaba de desaparecer a causa del descubrimiento de la vacuna, sin que el patrono por su parte haya jamás hecho el menor esfuerzo para librarnos de esa terrible calamidad.

"Que para combatir las invasiones de los indios en la frontera, para sostener las guerras civiles y extranjeras que nos han sobrevenido, hemos tenido que recurrir en el primer caso a la Santa Virgen de Luján, en el segundo a la Virgen del Rosario y la Merced y también a Santa Clara Virgen, con cuyo único consuelo hemos podido triunfar, mientras que nuestro patrono, el francés, permanecía indi­ferente en el cielo sin ayudarnos en lo más mínimo como era su deber.

"En vista de los motivos expuestos venimos en decretar y decretamos:

"Artículo 1°) El francés unitario San Martín de Tours, que ha sido hasta hoy el patrón de esta ciudad, habiendo perdido la confianza del pueblo y del gobierno, abandonado por sus compatriotas, aliado del traidor Rivera y demás salvajes unitarios, es destituido para siempre del empleo de patrón de Buenos Aires".

Era la época que los franceses bloqueaban al puerto y la Cámara de Representante elevo este proyecto, el mismo Restaurador lo rechazo, si el mismo era el que presidía la fiesta de los 11 de noviembre, pero igual fue usado como estandarte de la oposición que estaba en Montevideo por aquellas épocas.





El Santo y la ciudad:

Creo que la mayoría de las personas que pasan por esta calle no lo saben. El prócer tiene varias calles en su honor. La que esta en el centro no por Jose de San Martin.

En la época de la independencia le cambiaron el nombre de la calle original por Victoria o Catedral a instancia de Rivadavia que quería sacar todo lo religioso de la ciudad, cambiando nombre de calles como San Carlos, Santísima Trinidad, San Fermín, San Pedro, San Bartolomé, Santo Domingo, San Cosme, etc. Estaba todo el santoral, como cualquier ciudad hispana. Pero el considerado el primer presidente de la Argentina no quería eso para una ciudad que podía ser “europea” con nombre mas modernos.

Pero en la época de Rosas la calle San Martin volvió a aparecer en los planos de la ciudad que fue creciendo. No en el trazado original, pero es la calle siguiente, la original San Martin es la hoy Defensa/Reconquista y la antigua Santísima Trinidad es hoy Bolívar/San Martin, es decir que siguió siendo la calle del otro lado de la Catedral.

Durante la presidencia de Avellaneda se inauguró la plaza que esta en el barrio de la Recolecta con el nombre del santo y hay una estatua recordando la imagen del mendigo y el santo.

En 1931 durante la dictadura de Uriburu se inauguró la capilla del santo y le pusieron el nombre de la calle en donde esta, en el barrio de Palermo. Lo extraño que habiendo ya una calle con el nombre del santo, pusieron dos calles. No es algo extraño en la capital argentina, hay dos calles con el nombre Jose de San Martin (Avenida Libertador Jose de San Martin y Avenida San Martin), varias calles Sarmiento (Sarmiento, Avenida Sarmiento y Fragata Sarmiento). Es un poco contradictorio la cartografía de la ciudad, ignorando a varios personajes de la historia duplican nombres de calles de otros.

Hoy en día la fiesta patronal se limita a una celebración religiosa en su propia capilla en los 11 de noviembre de cada año, pero son muchos los grupos religiosos que intentan que sea tomado como feriado como lo hacia en viejas épocas y como se hace en la mayoría de la ciudades en todo el país, pero no deja de ser una pretensión casi ambigua para una ciudad que creció demasiado y con el tiempo ignoro a su patrono.

miércoles, 10 de junio de 2009

Juan B. Alberdi, un olvidado...

Juan Bautista Alberdi

(Tucumán, 1810 - Nueilly-Sur-Seine, 1884)

Autor: Felipe Pigna

Juan Bautista Alberdi, el inspirador de la Constitución Nacional y uno de los más grandes pensadores argentinos, nació en Tucumán el 29 de agosto de 1810. Su madre, Doña Josefa Rosa de Aráoz, murió en el parto y el niño quedó al cuidado de su padre, Don Salvador Alberdi. En 1816, mientras comenzaba a sesionar el Congreso de Tucumán, Alberdi ingresaba a la escuela primaria que había fundado Manuel Belgrano. A los once años perdió a su padre, y sus hermanos Felipe y Tránsita se hacen cargo de él y gestionan una beca para que continúe sus estudios en Buenos Aires.

En 1824, con 14 años, llegó a Buenos Aires e ingresó en el Colegio de Ciencias Morales. Tenía como compañeros a Vicente Fidel López, Antonio Wilde y Miguel Cané -el padre del autor de Juvenilia- con quien comenzará una profunda amistad. Alberdi no soportaba el régimen disciplinario del colegio, que incluía encierros y castigos corporales, y le pidió a su hermano Felipe que lo sacara de allí. Dejó momentáneamente los estudios formales, pero no la lectura de pensadores europeos. Mientras trabaja como empleado en una tienda, leía apasionadamente a Rousseau, estudiaba música, componía y daba conciertos de guitarra, flauta y piano para sus amigos. En 1831, retomó sus estudios, ingresó a la Universidad de Buenos Aires en la carrera de Leyes, pero no abandonó sus gustos musicales. En 1832, escribió su primer libro: El espíritu de la música. Buscando escapar un poco a la pesada atmósfera que imprimía el régimen rosista al ambiente intelectual de Buenos Aires, decidió continuar sus estudios en Córdoba, donde se gradúa de Bachiller en Leyes.

En 1834, regresó a su provincia y escribió Memoria descriptiva de Tucumán. Su hermano Felipe se había convertido en un colaborador cercano del gobernador tucumano Alejandro Heredia y le solicitó una carta de recomendación para que Juan Bautista pudiera presentarla a alguna personalidad influyente de Buenos Aires. A poco de llegar a Buenos Aires, Alberdi se dirigió a la dirección indicada y allí lo esperaba el amigo de Heredia a quien le entregó la carta. Juan Facundo Quiroga leyó el escrito y le dijo al joven tucumano que le convendría estudiar en los Estados Unidos más que en Buenos Aires y que él estaba dispuesto a pagar todos los gastos. Alberdi se entusiasmó con la idea pero desistió cuando estaba a punto de zarpar. Pocos día después, en febrero de 1835, Facundo Quiroga moría asesinado en Barranca Yaco, Córdoba, y Rosas asumía por segunda vez la gobernación de Buenos Aires, esta vez con la suma del poder público.

Desde 1832, un grupo de jóvenes intelectuales venía reuniéndose en la librería de Marcos Sastre. Alberdi se incorporará a este grupo, compuesto, entre otros, por Juan María Gutiérrez y Esteban Echeverría, que fundará el 23 de agosto de 1835 el Salón Literario, un verdadero centro cultural y de difusión de las nuevas ideas políticas, vinculadas al romanticismo europeo.

En 1837, Alberdi publicó una de sus obras más importantes Fragmento Preliminar al estudio del Derecho, donde hacía un diagnóstico de la situación nacional y sus posibles soluciones. El texto fue duramente criticado por los antirrosistas exiliados en Montevideo porque, si bien atacaba duramente al despotismo, no hacía ninguna referencia a Rosas.

Por entonces, Alberdi alquilaba una habitación junto a Juan María Gutiérrez en la casa de Mariquita Sánchez de Thopmson. Allí, en el mismo piano en el que se interpretó por primera vez el himno, Alberdi componía sus Minués Argentinos.

Durante ese mismo año, se inició en el periodismo con la publicación de La Moda, gacetín semanal de música, poesía, literatura y costumbres. Aparecieron 23 números y en sus artículos, Alberdi, que firmaba bajo el seudónimo de "Figarillo" intentaba burlar a la censura del rosismo y dejaba deslizar frases como esta: "los clamores cotidianos de la tiranía no podrán contra los progresos fatales de la libertad".

En junio de 1838 junto a Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez funda la Asociación de la Joven Generación Argentina, siguiendo el modelo de las asociaciones románticas y revolucionarias de Europa. Este grupo de intelectuales pasará a la historia como la "Generación del 37".

La mazorca, la policía secreta de Rosas, comenzó a vigilar de cerca las actividades de la Asociación y comenzó la persecución. Alberdi optó por exiliarse en Uruguay dejando en Buenos Aires un hijo recién nacido y varios amores inconclusos.

Llegó a Montevideo en noviembre de 1838. Allí se dedicará al periodismo político colaborando en diversas publicaciones antirrositas como El Grito Argentino y Muera Rosas. De ese período son también sus dos obras de teatro: La Revolución de Mayo y El Gigante Amapolas, una sátira sobre Rosas y los caudillos de la guerra civil.

En mayo de 1843, partió con Juan María Gutiérrez hacia Génova pero con destino final París, la meca de todos los románticos de la época. Llegó a París en septiembre y visitó al General San Martín con quien mantuvo dos prolongadas entrevistas. Quedó muy impresionado por la sencillez y la vitalidad del viejo general, que lo abrumó con preguntas sobre la patria.

A fines de 1843, decidió regresar a América para radicarse, como Sarmiento, en Chile. A su paso por Río de Janeiro, intentó infructuosamente entrevistar a Rivadavia.

Alberdi vivirá durante 17 años en Chile, la mayor parte del tiempo en Valparaíso, donde trabajará como abogado y ejercerá el periodismo. En uno de sus artículos publicado en El Comercio de Valparaíso dirá: "Los Estados Unidos no pelean por glorias ni laureles, pelean por ventajas, buscan mercados y quieren espacio en el Sur. El principio político de los Estados Unidos es expansivo y conquistador".

Al enterarse del triunfo de Urquiza sobre Rosas en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, escribió en pocas semanas de trabajo afiebrado una de sus obras más importantes: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, que publicó en mayo de ese año en Chile y reeditó en julio acompañándola de un proyecto de Constitución. Se lo envió a Urquiza, quien le agradeció su aporte en estos términos: "Su bien pensado libro es, a mi juicio, un medio de cooperación importantísimo. No ha podido ser escrito en una mejor oportunidad." La obra será uno de las fuentes de nuestra Constitución Nacional sancionada el 1º de mayo de 1853.

Mientras que Sarmiento había abandonado Chile para sumarse al Ejército Grande de Urquiza, Alberdi permaneció en Valparaíso, atento a los problemas argentinos. Sarmiento regresó al poco tiempo desilusionado con Urquiza y acusando a Alberdi de ser su agente en Chile. Alberdi lo calificó de "caudillo de la pluma" y "producto típico de la América despoblada" y se decidió a colaborar con el proyecto de la Confederación de Urquiza. El gobierno de Paraná lo nombró "Encargado de negocios de la Confederación Argentina" ante los gobiernos de Francia, Inglaterra, el Vaticano y España. Antes de partir hacia su misión diplomática escribió: Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina y De la integridad argentina bajo todos los gobiernos”. En ambos ensayos defendía las teorías liberales de Adam Smith y David Ricardo y se oponía al monopolio, al trabajo parasitario, abogando por un orden que garantizara al productor el fruto de sus esfuerzos y elevara el nivel de vida en general.

El 15 de abril de 1855, partió finalmente hacia Europa. Pasó primero por los Estados Unidos donde se entrevistó con el presidente Franklin Pierce. Luego pasó a Londres, donde conoció a la reina Victoria y, finalmente, a París, donde se radicaría por 24 años.

En 1858, se entrevistó en España con la reina Isabel II y consiguió el reconocimiento de la Confederación.

El 17 de septiembre de 1861, Mitre derrotaba en Pavón a Urquiza y ponía fin al proyecto de la Confederación. Alberdi fue despedido por Mitre de su cargo y reemplazado por Mariano Balcarce.

La situación de Alberdi no podía ser peor. Se le adeudaban dos años de sueldos como embajador y el nuevo gobierno se negaba a pagárselos y mucho menos a pagar su viaje de regreso. Comentó entonces: "el mitrismo es el rosismo cambiado de traje."

Tuvo que quedarse en París. Sus únicos y escasos ingresos provenían del alquiler de una propiedad en Chile.

Al producirse la Guerra del Paraguay, propiciada y conducida por Mitre con el apoyo del capital inglés, Alberdi, como José Hernández y Guido Spano, apoyó decididamente la causa paraguaya y acusó a Mitre de llevar adelante una "Guerra de la Triple Infamia" contra un pueblo progresista y moderno. Escribirá entonces: "Si es verdad que la civilización de este siglo tiene por emblemas las líneas de navegación por vapor, los telégrafos eléctricos, las fundiciones de metales, los astilleros y arsenales, los ferrocarriles , etc., los nuevos misioneros de civilización salidos de Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Juan, etc., etc., no sólo no tienen en su hogar esas piezas de civilización para llevar al Paraguay, sino que irían a conocerlas de vista por la primera vez en su vida en el "país salvaje" de su cruzada civilizadora".

En 1872, bajo la profunda impresión que le produjo la derrota paraguaya en el conflicto y sus secuelas en la población del país hermano, escribió El Crimen de la Guerra donde dice: "De la guerra es nacido el gobierno militar que es gobierno de la fuerza sustituida a la justicia y al derecho como principio de autoridad. No pudiendo hacer que lo que es justo sea fuerte se ha hecho que lo que es fuerte sea justo".

Al concluir el mandato Mitre, en 1868, asumió Sarmiento y las cosas no mejoraron para Alberdi, que debió seguir postergando su regreso. No podrá hacerlo hasta 1879 cuando una alianza entre Roca y Avellaneda lanzó la candidatura de Alberdi a diputado nacional. Llegó a Buenos Aires el 16 de septiembre de ese año. A poco de arribar se le brindó una recepción de honor en la Universidad en la que fue aclamado por los estudiantes. Por esos días, se entrevistó con el presidente Avellaneda y con el ministro del Interior: Domingo Faustino Sarmiento. Todo parece indicar que el encuentro fue cordial en un clima de reconciliación. El diario El Nacional comentó: "sus luchas tenaces y ardientes polémicas eran las de dos enamorados de una misma dama, nada menos que la patria".

Pero más allá de estas grandes satisfacciones, Alberdi se había ganado en estos años enemigos poderosos como el General Mitre, que no le perdonaba su campaña a favor del Paraguay y sus acusaciones de falsear la historia y de compararse con San Martín y Belgrano, lanzadas en su obra Grandes y Pequeños Hombres del Plata.

Tuvo una participación decisiva en los debates parlamentarios sobre la Ley de Federalización de Buenos Aires, que le dio finalmente una Capital Federal a la República.

Cuando el nuevo presidente electo en 1880, Julio A. Roca quiso que el Estado argentino publicase las obras completas de Alberdi, Mitre lanzó, desde las páginas de La Nación, una feroz campaña en contra del proyecto que terminó por ser rechazado por los senadores que también rechazaron su nombramiento como embajador en Francia. Cansado y un tanto humillado decidió alejarse definitivamente del país. Partió rumbo a Francia el 3 de agosto de 1881 confesándole a un amigo: "lo que me aflige es la soledad". Murió en Nueilly-Sur-Seine, cerca de París, el 19 de junio de 1884. Sus restos fueron repatriados en 1889 y descansan en el cementerio de la Recoleta.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

viernes, 5 de junio de 2009

El Cementerio de la Recolecta esta lleno de leyendas, pero esta salio de un caso real y de una persona conocida en su momento.
Corría el año 1902 y la muerte de una adolecente conmovió a una Buenos Aires mística.
El escritor argentino Eugenio Cambaceres se había casado con una bailarina italiana, Luisa Baccichi, de una hermosura envidiable. De ese matrimonio nació Rufina Cambaceres. El escritor murió de teberculosis por el año 1888, dejando a la viuda e hija de 4 años una fortuna que acarreaba múltiples deudas, pero con el tiempo se fue mejorando, mas aun cuando la bella viuda se convirtió en amante de un estanciero con un futuro político: el futuro presidente Hipólito Yrigoyen.

La niña Rufina a los 14 años era una joven hermosa y tenia infinidad de candidatos, pero ella era algo retraída y los trataba con indiferencia.

El 31 de mayo de 1902, cumplió 19 años, la madre organizó una enorme fiesta, como era costumbre de la época en la clase alta, luego iría escuchar música lírica al Teatro Colón.

Pero al terminar la fiesta, la madre escuchó un grito de su mucama y entro en la habitación de Rufina, muerta. Los médicos confirmaron que fue un síncope.

El día siguiente Luisa e Hipólito la sepultaron en el Cementerio de Recoleta. A los pocos días un cuidador del cementerio, avisó que encontró el ataúd de Rufina abierto y con la tapa rota en la bóveda.

Ahora comienza la leyenda en varias versiones:

La oficial declara que fue un robo, ya que la niña fue sepultada con sus mejores joyas. Sin embargo, Luisa vivió torturada por la convicción de que su hija había sufrido catalepsia y fue sepultada viva.

La leyenda cuenta que arañando el cajón Rufina logró salir y ver el cementerio. Pero las puertas de la bóveda estaban cerradas, lo que la hundió en la desesperación y volvió a morir por un ataque al corazón. Es así como una estatua hoy la representa con la mano aferrada a la reja de la bóveda, tratando de abrirla.

De como murió se dijeron muchas cosas, desde que fue catalepsia, una amiga le contó mientras se arreglaba para el teatro, que su novio era también el amante de su madre, al enterarse le generó el síncope.

Otra teoría es esta:
Su madre la drogaba todas las noches con drogas, para que Rufina este dormida mientras que ella recibía a sus amantes, entre ellos su novio.
En el día que murió le había duplicado la dosis y esto la mato
Dicen también que el novio se suicidó a los veinte días después, pero fue a la vista de todo el mundo, enfrente al mítico Tortoni
.

Al año de la muerte la familia mando a construir la bóveda que se conserva todavía en la Recolecta, esta tiene una estatua de Rufina está en la puerta y tiene una mano apoyada en el picaporte, idealizando que ella salio sin problemas de la bóveda.

Una curiosidad: El ataúd es el único de un solo bloque de mármol milanés en toda la Recoleta.


Leyendas...